“El Yoga no es una disciplina que pueda sólo estudiarse o simplemente seguirse.
Hay que experimentar y sentir, puesto que, mediante esta vivencia profunda se
espiritualiza la práctica”
El yoga puede ser practicado por cualquier persona,
antiguamente y por muchos siglos la práctica estuvo prohibida para las
mujeres. Hoy el género mujer pierde su recato y dulzura, a la vez que
adopta hábitos como beber alcohol o fumar. Modos de hablar y gestos varoniles.
Las mujeres
experimentan cada vez más que, pueden llegar a transformar su vida, su estado
de ánimo, su sexualidad y sus relaciones de pareja, laborales y con la familia.
La exigencia del mundo de hoy es que continúe sus actividades y olvide su
naturaleza. La mujer es un ser delicado y especial que requiere ejercitar su
cuerpo y calmar su mente.
A pesar de que el
yoga se ha vuelto muy popular en últimas fechas, pocas mujeres saben los
grandes beneficios que puede traer a su salud. Con la práctica del yoga, la
mujer contribuye a regular su sistema glandular, deja las fantasías de un
cuerpo sano para conseguir la armonía y estabilidad emocional que le traen
juventud, bienestar y una mejoría en su estado anímico.
EL YOGA IYENGAR, es para toda mujer,
niñas, jóvenes y adultas, sin importar la edad o la flexibilidad. Su práctica
permite que, poco a poco, los desajustes hormonales se vayan regulando, de
manera que ese mal humor o ese sentimentalismo que aparece mes con mes, las
alteraciones de la menopausia o de la pubertad, sean menos dramáticos y más
llevaderos.
En el campo de la sexualidad, puede superar la
frigidez o la represión, pues le es más fácil aceptar y mover su cuerpo y
explorarse viviendo el sexo de manera gozosa y responsable.
Para la mujer es
fundamental relajarse, sólo de esta manera puede aflorar su delicada sensibilidad
femenina. El yoga tiene respuestas concretas para mujeres de todas las edades y
en todo tipo de condiciones: ayuda a prevenir el cáncer de mama, a mantener el
peso ideal, a aminorar los pechos hinchados o los cólicos menstruales, a
superar la depresión o el ánimo decaído, a descubrir su propósito de vida
abriendo su intuición.
También se puede
practicar en el embarazo, contribuyendo a la conexión espiritual de la madre y el bebé y a un
parto más confortable mediante el control de la respiración. Con los
ejercicios, las respiraciones, las posturas y la meditación del yoga, su vida
se llena de gracia y armonía y aprende a lidiar con sus propios ritmos de una
manera fluida.
La práctica de
yoga hace que las mujeres no estén tan preocupadas por su peso y apariencia
física y tengan hábitos alimenticios más saludables.
El ciclo menstrual, con las consiguientes
transformaciones hormonales, psicológicas y anímicas el climaterio y la
menopausia, que le suponen inmensos cambios físicos y psíquicos y que acompañan
el paso a una época de la vida en la que se comienza una valoración diferente
de la maternidad (por ejemplo, coincide con la separación de los hijos) y de
otros aspectos importantes de la edad y la existencia. El paso de la mujer por
esta etapa no es fácil.
Por lo tanto, el cuerpo y las energías de la mujer,
lógicamente, deben tratarse y regularse teniendo en cuenta otras
consideraciones . NINGÚN EJERCICIO propone o, compensa, o estimula el proceso
de desarrollo de la mujer.
En cambio el Yoga
facilita, como ninguna otra disciplina, una continua renovación mediante las técnicas e instrucciones adecuadas
destinadas a enriquecer y favorecer la armonía, el respeto a sí misma, la
actitud que proyecta energía y vida y la posibilidad de vivir la práctica del
Yoga como una experiencia del cuerpo entero y desde su feminidad (cuerpo
físico, cuerpo energético y cuerpo espiritual).
La disponibilidad a los cambios (al movimiento y
transformación energéticos) es el punto de partida de cualquier camino interior
o de crecimiento espiritual (o simplemente personal). La mujer está
acostumbrada a ello y vive estos cambios constantemente. Así que, el Yoga
debería facilitarle, no el acceso como tal (que ya es algo intrínseco), sino el
trayecto, la armonización y la canalización de esas energías.
Otro dato esencial es el hecho de
que las mujeres han participado siempre de manera muy cercana e importante en
los momentos más trascendentes de la vida.
Históricamente,
la mujer ha ejercido profesiones y roles relacionados con el cuidado de
enfermos, con el nacimiento, la asistencia social, la educación de los niños,
la atención a los ancianos, el acompañamiento de los familiares moribundos,
etc. Sin duda, esta situación, que le ha exigido durante décadas un
comportamiento templado frente al dolor propio y ajeno y una gran fortaleza interior
ante los duros momentos de la vida, favorecen, de forma muy especial y sutil,
una mayor disponibilidad a buscar respuestas, a escuchar su interior, a
trascender y a encontrar un sentido a la vida.
Resulta evidente
que muchas de las características de lo femenino están en completa sintonía con
una disciplina que, aunque comienza con el trabajo del cuerpo, lleva hacia el
desarrollo de una atención permanente, de una profunda e intensa escucha y de
una dimensión íntima y trascendental.
La energía de la mujer se mueve desde otros planos y circula en direcciones algo diferentes a
los hombres. Las âsanas, los prânâyâmas, las meditaciones, la actitud y la
predisposición de la mujer durante su sâdhana (práctica de yoga) tendrían que
tomar en consideración esta forma “circular” y dúctil de la energía femenina.